Los "indignados" coparon Nueva York


Por Rafael Mathus Ruiz
LA NACION

Un manifestante muestra un cartel contra Wall Street durante la marcha celebrada ayer en Nueva York. Foto: AFP NUEVA YORK.- Días atrás, eran motivo de burlas. Ahora, con casi tres semanas de vida, la llama encendida por los "indignados" de Wall Street ha llevado a algunos a creer que pueden hacerle frente al Tea Party, en la vereda opuesta.

Miles de personas marcharon ayer por las calles del Bajo Manhattan para descargar su frustración y descontento por la situación del país y acompañar al movimiento nacido del anhelo de un centenar de jóvenes, que ayer, con el apoyo de más de una docena de sindicatos, varias organizaciones civiles y gente de todas las edades, ofreció la mayor demostración de poder desde su nacimiento.

"¡Somos el 99 por ciento! ¡Somos el 99 por ciento!", gritaba la multitud, mientras avanzaba, con orden, siempre por las veredas, contenida por vallas y custodiada por cientos de policías, hacia la plaza Foley, a unas cuadras del parque Zuccotti, donde los "indignados" montaron su campamento. En medio de la colorida muchedumbre, entre los cientos de pancartas, ya no se veían sólo jóvenes: había padres y abuelos; empresarios y trabajadores. "No somos parte de un grupo etario. Somos parte del 99 por ciento. No importa la edad que tengas", disparó Ed Susse, de 67 años, padre de dos hijos, maestro retirado, antes de que se iniciara la marcha.

Junto a él, Charlie Berg, un empresario que fundó una compañía dedicada a la alta tecnología, defendía los aumentos de impuestos a empresarios como él, y recordaba sus días de militancia en los 60, durante la Guerra de Vietnam y el movimiento por los derechos civiles, cuando afirmó: "Nosotros salimos a la calle por motivos políticos, nunca económicos. Esto es nuevo".

Ambos eran una muestra del crecimiento explosivo de lo que comenzó como una protesta de un centenar de jóvenes, inspirada en el espíritu revolucionario de la "primavera árabe" y los "indignados" de Madrid, y terminó por convertirse ayer en un movimiento cuyo potencial, incalculable por estas horas, asusta a los conservadores y entusiasma a los progresistas, que comenzaron a encolumnarse decididamente detrás de él.

"Es muy sencillo: estos jóvenes en Wall Street están dando voz a muchos de los problemas que la gente trabajadora está afrontando en Estados Unidos en los últimos años", afirmó ayer Larry Hanley, presidente del Sindicato de Transportistas Unidos, y miembro del consejo directivo de la poderosa AFL-CIO, la federación que agrupa a 56 sindicatos.

Para los sindicatos, el movimiento de los "indignados" abrió una nueva ventana para difundir el mensaje que no lograron nacionalizar del todo con la pelea que se desató en Wisconsin este año, luego de que el gobernador Scott Walker suprimió los derechos de negociación colectiva con el argumento de que necesitaba controlar el aumento del gasto público.

Durante los primeros días de esa protesta, no fueron pocos los que creían que podía llegar a convertirse en la "primavera árabe" de Estados Unidos. Pero con el correr del tiempo, la atención se alejó de Wisconsin.

Ahora, el mismo razonamiento recae sobre "Ocupa Wall Street", aunque con una diferencia: esta protesta ya se nacionalizó, y además se expandió como un virus a gente de distintas edades, orígenes y realidades, pero que, aun así, se sienten incluidos en el muy abarcativo "99 por ciento". Y que comparten su frustración y descontento por el rescate a Wall Street, la concentración de la riqueza, la desigualdad de oportunidades y el persistente desempleo.

Los sindicatos fueron los primeros grupos de poder en ponerse al lado de estos jóvenes. "En las últimas semanas, gente joven ha encendido un movimiento en Wall Street, como lo hicieron en la «primavera árabe» y en Wisconsin contra Scott Walker", afirma un comunicado de esta semana de la AFL-CIO.

Así, muchos trabajadores afiliados a un sindicato se sumaron ayer a una lucha que sienten como propia. "Creo que los trabajadores no estaban despiertos cuando ocurrió lo de Wisconsin. Pero ahora sí lo están. Estamos bajo ataque", comentó ayer Peter Foley, un empleado de la compañía de subtes de Nueva York.



Liderazgos

Pero las almas que encendieron la protesta no quieren saber nada con el poder tradicional o con sus prácticas. Más bien, culpan a ese poder por su situación. No quieren unirse a otro grupo político o convertirse en el contrapeso progresista del ultraconservador Tea Party, como ya anhelan algunos por estas latitudes.

El movimiento no tiene un líder porque la idea es, justamente, que no lo tenga. "Todos somos líderes", es el mensaje que se escucha en el parque Zuccotti, donde todo se decide por consenso, en asambleas.

"Siempre habrá alguien que quiera capitalizar la protesta, pero confío en que nos mantengamos independientes. No queremos que otro grupo tome control. Va en contra de todo lo que defendemos", sostuvo Tyler Combelic, uno de los voceros del movimiento.

Con todo, semejante erupción popular en la antesala del año electoral sacudió el escenario político y ya generó las primeras reacciones entre republicanos y demócratas.

Mientras Mitt Romney, el favorito entre los republicanos para enfrentar a Barack Obama en las elecciones del año próximo, calificó la protesta de "peligrosa", al afirmar que era una lucha de clases, varios legisladores demócratas emitieron ayer comunicados de apoyo a la marcha. Uno de ellos fue el congresista John B. Larson, uno de los demócratas de mayor jerarquía en la Cámara de Representantes, que se refirió al fin de la apatía que el movimiento logró en muchos norteamericanos. "Las masas silenciosas ya no son tan silenciosas", advirtió..