Carta de mi hermana a Jasser


11 de diciembre, 2010

Querido Jasser :                                                                                          

         Han pasado siete meses luego de tu partida y es como si el tiempo se hubiese paralizado.
            Recuerdo cada momento vivido desde que te atacó esa terrible enfermedad. Aquel día en que fuiste trasladado a Santo Domingo en ambulancia, qué dolor tan profundo embargó a mi corazón. Muchas ideas cruzaron por mi mente, pero aun así  seguía depositando mi confianza en Dio .
            Tus padres se envejecieron tanto, se marchitaron ante tantos desafíos, y no te abandonaron ni un solo momento desde que caíste en cama. A tu padre también le vendí sueños perdidos, pues cada vez que hablaba con él  le decía que no desfalleciera, que Dios me había dicho que El  iba a hacer el milagro, que todo estaba puesto en sus manos. Fui testigo de que mi hermano se convirtió en un gran creyente con tal de que Dios te devolviera la salud y te regresara hacia nosotros.
            Cuando fuiste trasladado al Oncológico Mery y yo te seguíamos a donde quiera que te llevaban. No olvido cuánto luchaba tu padre para arrancarte de  entre los brazos de la muerte envidiosa que quería robarte de entre nosotros. Cuántas hazañas tuvo que librar tu padre, cuántos desafíos tuvo que enfrentar, como aquel día que se paró frente al hospital  a pedirle a los transeúntes que donaran sangre y plaquetas  para su hijo.
            Cuando  tuve que participarte junto a tu padre y tu amigo cuál era esa enfermedad que te estaba robando la vida, te dije que Dios iba a hacer la obra y que tú regresarías más sano que antes, y  tú sólo me decías, con la fortaleza que te caracterizaba “yo sé tía, yo entiendo tía”. Recuerdo cuando yo regresaba a Bonao, cargada de tristeza  porque  te dejaba  y no sabía cuáles eran los planes de Dios.
            ¡Ay mi niño, perdóname por venderte tantos sueños de vida, yo no sabía que el final estaba tan cerca .Cuántas veces te dije que cuando regresaras el pueblo entero te iba a estar esperando, que tu ibas a estar en el balcón de tu casa y que todos abajo estarían  dándole gracias a Dios por tu regreso, que todos estaríamos felices y que tu ibas a dar  testimonio de tu gran experiencia, que le ibas a decir a todos tus amigos “regresé, mírenme, estoy aquí, yo se lo dije que volvería”, y con tu amplia sonrisa le dirías “hierba mala nunca muere” así como eras tú de sencillo, mi niño.
            Si supieras que mi dolor es mínimo comparado con el dolor de tus padres, hermanos y demás familiares ¡Ah, mi niño, intercede por nosotros para que se nos aliviane este dolor. Es que no hay un día de mi vida que no llore tu partida.
Te querré siempre,
                 tu tía
                          Marcelina